jueves, 13 de febrero de 2014

Agricultura Intesiva y Extensiva



El término “agricultura intensiva” se emplea habitualmente como sinónimo de agricultura industrial, pero no son lo mismo. El concepto de agricultura intensiva, tiene sentido por oposición a agricultura extensiva como dos estrategias distintas para obtener mayor producción. La agricultura intensiva lo consigue mediante el aumento de la productividad por unidad de superficie. La huerta es un buen ejemplo de agricultura intensiva. Por el contrario, la agricultura extensiva fía la mayor producción al aumento de la extensión del cultivo, obteniendo la ventaja de la especialización en una única finalidad (por ejemplo las estepas cerealistas) o bien de la alternancia de usos a lo largo del año (la dehesa permite diversos aprovechamientos ganaderos).
Tradicionalmente, el aumento de la productividad está asociado al suelo y a las condiciones de la tierra sobre la que se cultiva. En la agricultura intensiva, el aumento de productividad lo proporcionaban la habilidad, alta dedicación y conocimiento de l@s campesin@s sobre condiciones climatológicas, fertilidad del suelo, adaptación de las semillas, uso del agua y de las relaciones entre los distintos factores productivos, mediadas por su propia intervención para potenciar los efectos positivos y amortiguar los negativos en cada agroecosistema. La mejora de las condiciones naturales dependía, sobre todo, de un uso intensivo de trabajo muy cualificado acumulado en una sabiduría transmitida por anteriores generaciones de campesin@s. La agricultura extensiva, al disponer de una superficie mayor no requiere tanto trabajo ni estrategias tan elaboradas. Terratenientes y campesinos emplean estrategias distintas. Los primeros, la agricultura extensiva, al no tener limitaciones de tierra para cultivar. Los segundos, precisan una mayor productividad para compensar con su trabajo la escasez de tierra.
Ni la agricultura intensiva ni la extensiva tenían, en principio, un empleo elevado de Capital. Con el desarrollo de la agricultura industrial, la consecución de la mayor productividad se autonomiza del suelo. Se cultiva en suelos poco fértiles, sobre arena o incluso, sin suelo y se persigue la productividad inmediata. La productividad del cultivo se más independiente de la fertilidad del suelo porque la tecnología promete eliminar todos los límites.
Se emplean recursos tecnológicos intensivos en Capital como semillas mejoradas en laboratorio, fertilización química, plaguicidas, irrigación -incluso computerizada-, invernadero o protección bajo plástico. Quedan relegados los recursos tecnológicos y culturales intensivos en trabajo como semillas seleccionadas de la cosecha anterior, protección de la fertilidad del suelo, asociación beneficiosa de cultivos, rotaciones. El rendimiento del cultivo va asociado al aumento de la productividad del trabajo en la doble vertiente de reducción de su cantidad y de simplificación de la habilidad humana requerida. La colocación de la productividad y la competitividad en el puesto de mando, acaba con la tradicional división entre agricultura intensiva y extensiva. La separación de agricultura y ganadería que introduce la agricultura industrial buscando el máximo beneficio, ha convertido a la ganadería semiestabulada e intensiva para consumo familiar (pollos, gallinas, algún cerdo) en ganadería intensiva industrial. Para desarrollarse sin estar asociada a un terreno cercano del que extraer el alimento del ganado, la ganadería intensiva industrial, necesita grandes extensiones industrializadas de cereales, soja y plantas forrajeras, localizadas en los lugares donde sea más barata su producción. El desarrollo de este modelo alimentario proporciona la proteína animal barata que impulsa el consumo de carne en nuestras dietas.
En los sistemas agrícolas tradicionales, la distinción entre agricultura extensiva e intensiva está asociada a terratenientes y pequeños productores respectivamente, y tiene que ver con la diferente intensidad del trabajo utilizado y la mayor o menor superficie de la explotación agrícola o ganadera. Sin embargo, una vez que la producción agroalimentaria ha incorporado los paradigmas de la industria, la productividad y la competitividad -“intensiva” y “extensiva”- son dos formas de producción sólo aparentemente distintas. Ambas tienen como finalidad compartida la producción de mercancías y no de alimentos sanos y suficientes para la propia población.
Seguir empleando dentro de la producción industrial la dicotomía “intensivo-extensivo”, oculta la lógica competitiva y productivista que comparten. La agricultura y ganadería intensivas aparecen como el genuino resultado de la actividad agraria industrializada y, sus consecuencias, como el coste necesario para alimentar a una población creciente. Esta ocultación persigue que el término “extensivo” deje de utilizarse para los monocultivos y se aplique a una agricultura y ganadería tradicional, sólo asequible para grandes propietarios, presentada como el verdadero modelo sostenible de producción agrícola.

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