El término “agricultura intensiva” se emplea habitualmente
como sinónimo de agricultura industrial, pero no son lo mismo. El concepto de
agricultura intensiva, tiene sentido por oposición a agricultura extensiva como
dos estrategias distintas para obtener mayor producción. La agricultura
intensiva lo consigue mediante el aumento de la productividad por unidad de
superficie. La huerta es un buen ejemplo de agricultura intensiva. Por el
contrario, la agricultura extensiva fía la mayor producción al aumento de la
extensión del cultivo, obteniendo la ventaja de la especialización en una única
finalidad (por ejemplo las estepas cerealistas) o bien de la alternancia de
usos a lo largo del año (la dehesa permite diversos aprovechamientos
ganaderos).
Tradicionalmente, el aumento de la productividad está
asociado al suelo y a las condiciones de la tierra sobre la que se cultiva. En
la agricultura intensiva, el aumento de productividad lo proporcionaban la
habilidad, alta dedicación y conocimiento de l@s campesin@s sobre condiciones
climatológicas, fertilidad del suelo, adaptación de las semillas, uso del agua
y de las relaciones entre los distintos factores productivos, mediadas por su
propia intervención para potenciar los efectos positivos y amortiguar los negativos
en cada agroecosistema. La mejora de las condiciones naturales dependía, sobre
todo, de un uso intensivo de trabajo muy cualificado acumulado en una sabiduría
transmitida por anteriores generaciones de campesin@s. La agricultura
extensiva, al disponer de una superficie mayor no requiere tanto trabajo ni
estrategias tan elaboradas. Terratenientes y campesinos emplean estrategias
distintas. Los primeros, la agricultura extensiva, al no tener limitaciones de
tierra para cultivar. Los segundos, precisan una mayor productividad para
compensar con su trabajo la escasez de tierra.
Ni la agricultura intensiva ni la extensiva tenían, en
principio, un empleo elevado de Capital. Con el desarrollo de la agricultura
industrial, la consecución de la mayor productividad se autonomiza del suelo.
Se cultiva en suelos poco fértiles, sobre arena o incluso, sin suelo y se
persigue la productividad inmediata. La productividad del cultivo se más
independiente de la fertilidad del suelo porque la tecnología promete eliminar
todos los límites.
Se emplean recursos tecnológicos intensivos en Capital como
semillas mejoradas en laboratorio, fertilización química, plaguicidas,
irrigación -incluso computerizada-, invernadero o protección bajo plástico.
Quedan relegados los recursos tecnológicos y culturales intensivos en trabajo
como semillas seleccionadas de la cosecha anterior, protección de la fertilidad
del suelo, asociación beneficiosa de cultivos, rotaciones. El rendimiento del
cultivo va asociado al aumento de la productividad del trabajo en la doble
vertiente de reducción de su cantidad y de simplificación de la habilidad
humana requerida. La colocación de la productividad y la competitividad en el
puesto de mando, acaba con la tradicional división entre agricultura intensiva
y extensiva. La separación de agricultura y ganadería que introduce la
agricultura industrial buscando el máximo beneficio, ha convertido a la
ganadería semiestabulada e intensiva para consumo familiar (pollos, gallinas,
algún cerdo) en ganadería intensiva industrial. Para desarrollarse sin estar
asociada a un terreno cercano del que extraer el alimento del ganado, la
ganadería intensiva industrial, necesita grandes extensiones industrializadas
de cereales, soja y plantas forrajeras, localizadas en los lugares donde sea
más barata su producción. El desarrollo de este modelo alimentario proporciona
la proteína animal barata que impulsa el consumo de carne en nuestras dietas.
En los sistemas agrícolas tradicionales, la distinción entre
agricultura extensiva e intensiva está asociada a terratenientes y pequeños
productores respectivamente, y tiene que ver con la diferente intensidad del
trabajo utilizado y la mayor o menor superficie de la explotación agrícola o
ganadera. Sin embargo, una vez que la producción agroalimentaria ha incorporado
los paradigmas de la industria, la productividad y la competitividad
-“intensiva” y “extensiva”- son dos formas de producción sólo aparentemente
distintas. Ambas tienen como finalidad compartida la producción de mercancías y
no de alimentos sanos y suficientes para la propia población.
Seguir empleando dentro de la producción industrial la
dicotomía “intensivo-extensivo”, oculta la lógica competitiva y productivista
que comparten. La agricultura y ganadería intensivas aparecen como el genuino
resultado de la actividad agraria industrializada y, sus consecuencias, como el
coste necesario para alimentar a una población creciente. Esta ocultación
persigue que el término “extensivo” deje de utilizarse para los monocultivos y
se aplique a una agricultura y ganadería tradicional, sólo asequible para
grandes propietarios, presentada como el verdadero modelo sostenible de
producción agrícola.
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